En un año en el que nos toca “padecer” una continua campaña electoral, me resulta muy triste (por no decir que siento vergüenza ajena) ver cómo casi cualquiera intenta alcanzar un trozo del caduco pastel gubernamental. Lejos de intentar una unión que nos haga a todos más fuertes, parece estar gestándose una guerra entre partidos para lograr un pedazo más grande que el resto. De hecho cada vez parece haber más y más candidatos…
Lejos de tranquilizarme, esta situación me provoca una profunda inquietud acerca de las intenciones y capacidades reales de todos estos aspirantes a encantadores de serpientes. Creo que esta larga crisis que estamos padeciendo, cada cual en mayor o menor medida, está haciendo perder la sensatez y la razón a muchos ciudadanos. Es algo que puedo comprender, que conste, aunque me sigue cabiendo la esperanza de que el sentido común regrese y haga que actuemos como es mejor para nuestra existencia, evitando así el conflicto o la intolerancia.
Nuestra responsabilidad como ciudadanos consiste en la construcción más que en la venganza y en el trabajo ante la injusticia, más allá de lo visceral. Nuestra escueta, de momento, aportación en este sentido irá siempre encaminada hacia el bien común y la paz social, evitando en todo momento la confrontación fuera de todo aquello que no sea un debate educado, sano y constructivo.
Sé que aparte de frikies, a veces se nos tacha de blandos e incluso cobardes. Os puedo asegurar que no es el caso, sino el resultado de una filosofía “políticamente incorrecta” que nos lleva a intentar establecernos en el centro de la balanza. No somos licenciados en sociología y políticas y lo mismo esta perspectiva no nos lleve nunca a ninguna parte, pero no podemos cambiar esta forma de pensar que confío algunos compartan…